Ser MIR en tiempos de COVID-19: «El esfuerzo de los sanitarios no está retribuido como merece»
David Ferrero, que prepara su examen MIR en la Residencia Pío XI, cuenta su experiencia de trabajo durante los meses más duros de la pandemia
“En cuanto llegaba del hospital me duchaba, me dejaban un tupper en la puerta y me encerraba en mi cuarto para no contagiar a mis padres”.
Ser médico en este momento en España es casi una heroicidad. Y aspirar a serlo toda una proeza. Sobre todo, si la preparación del MIR ha coincidido con el trabajo en un hospital durante el pico más alto de la curva de la COVID-19.
Así lo han vivido muchos MIR en España durante los momentos más críticos de la peor pandemia que se recuerda en los últimos años. En primera o en segunda línea de batalla, los Médicos Internos Residentes se han visto obligados a actuar como un médico más, poniendo a prueba sus conocimientos y capacidades.
Ha sido el caso de David Ferrero, toledado de 25 años, que prepara su examen MIR en la Residencia de Opositores Pío XI y que, tras no obtener la nota deseada para elegir la especialidad de traumatología en la prueba del mes de enero, decidió buscar trabajo por unos meses, antes de empezar a estudiar otra vez. A mediados de marzo “me llamaron de una Mutua de un hospital laboral de Toledo y allí he realizado desde atención telefónica como médico de familia, a asistencia en urgencias para cubrir a compañeros de baja o de riesgo”. Y, aunque no ha tenido que atender a enfermos muy graves, puesto que eran derivados a los hospitales más grandes donde se concentraban las UCIs y los respiradores, sí ha podido conocer el colapso que se vivió en los días más duros de la pandemia.
“Por bajas de compañeros, nos acabamos quedando dos médicos” para atender urgencias de todo tipo. Y, aunque a su clínica llegaban casos menos graves, solo para seguimiento y observación, la situación que les trasladaban compañeros de otros hospitales era de verdadero caos. “En Alcázar de San Juan la gente estaba por los pasillos, tapada con una sábana y con el gotero colgando”, relata. “No había apenas medios y los médicos se vieron obligados a tomar decisiones muy duras sobre a quién destinarlos”. “Todo esto, lamenta, aparte del agotamiento, afectará mucho psicológicamente”.
Subestimar el impacto de la COVID-19
Siempre se saca pecho con que nuestra Sanidad es la mejor del mundo, dice David, pero quizá, “en este caso, confiamos demasiado en su potencial y subestimamos todos el verdadero impacto de lo que nos venía”. Se decía que, “para nosotros, con nuestros medios, no sería más que una gripe”, pero el impacto generado dejó a la vista los déficits de un sistema que ya, en situaciones de normalidad, “tiene un problema de gestión”. En su opinión, “se desperdician muchos recursos, no se optimizan los que se tienen y los profesionales tienen una alta carga de trabajo muy mal remunerada”. “El Estado se echa muchas flores a la espalda, pero no retribuye a los sanitarios como merecen”.
En el caso de los MIR, su situación es bien conocida y más en estos días que se multiplican las protestas y los paros. “Es una oposición que no te da una plaza fija. Te vas moviendo con contratos precarios y sustituciones, con sueldos base muy bajos (poco más de 1.000 o 1.200 euros si eres MIR de cuarto o quinto año) si no te hinchas a hacer guardias”. Estas situaciones, explica Ferrero, “generan mucho malestar”, sobre todo después del esfuerzo realizado en este tiempo. “Ha habido guardias de hasta 72 horas sin posibilidad de descanso al día siguiente y, aunque los Residentes no somos, por edad, pacientes de riesgo, sí lo son nuestros familiares”, a los que también han tenido que proteger. Por eso, en su caso, ha pasado mucho de este tiempo sin ver a su familia. “En cuanto llegaba del hospital me duchaba, me dejaban un tupper en la puerta y me encerraba en la habitación”.
No bastan los aplausos
¿Cambiará este esfuerzo la percepción o el uso que se hace de la Sanidad? David Ferrero se muestra ante esta cuestión un poco pesimista. “Yo sabía desde el primer momento que los aplausos no iban a ser más que la foto de un momento”, porque en España, dice, “solemos olvidar las cosas muy pronto”. En su opinión, una de las causas del colapso que se vive en el sistema sanitario es que no se usa de forma responsable: “en la antigua normalidad mucha gente iba al médico o a urgencias por cualquier cosa”, y se llegaba a cuestionar al médico sobre la oportunidad o no de realizar una determinada prueba, utilizando a veces las “amenazas o las agresiones”. Para David, estas situaciones se producen muchas veces por el “gran desconocimiento” que hay del gasto que conlleva una determinada asistencia o una prueba. Hay que “tener un poco de cautela y empezar a valorar las cosas, aunque no sea yo quien las pague”.
De nuevo a la oposición
Aún así, después de esta experiencia, y sabiendo todo lo que todavía le queda por delante (un año más, al menos, de estudio de MIR y 4 ó 5 de especialidad), David no contempla otra opción para su futuro. “Son más de 12 años de estudio en total, pero reconforta saber que con tu esfuerzo y trabajo ayudas a mejorar la salud de las personas. Al final, la clave es, sobre todo, dedicarte verdaderamente a lo que te gusta. Y, si eso te hace feliz, serás capaz de trasladar esa felicidad a tus pacientes”.
De momento, David prepara su próximo examen MIR en la Residencia de Opositores Pío XI. “No concebía otro lugar para hacerlo”. “Estoy al lado de la Academia, me tratan bien, puedo dedicarle todo el tiempo a estudiar y tengo alrededor un centenar de personas que están en la misma situación que yo, lo que me ayuda a centrarme, animarme y a llegar al examen con una visión más amplia de la oposición”. Aquí comparte conversación, no solo con otros MIR, sino con futuros abogados del Estado, diplomáticos, jueces o fiscales. “Muchos están preparándola hasta 4 y 5 años”. “No sabes, me dice con una mezcla de orgullo y admiración, lo preparada que está la gente aquí”.